Hay un hecho extraño ya en los inicios del Temple que
cuestiona el sentido mismo de la Orden. Durante sus primeros
nueve años de existencia no se incrementaron nuevos
caballeros ni entraron en combate y, a decir de algunos de los
testimonios, se temía ese momento pues aunque
tenían numerosos adeptos no se les había preparado
adecuadamente. Si a ello se suma la mencionada inconsistencia
teológica, cabe pensar que sus fines o al menos sus
objetivos
más importantes fueran otros. En este sentido, no es de
extrañar que su
historia aparezca
especialmente ligada a las sagradas reliquias: la Lanza de
Longinos, el Sudario de Jesús, el Santo Grial… o el
propio Arca de la Alianza.
Algún autor como Charpentier, en
Los Misterios
Templarios, ha aventurado la
hipótesis de que los primeros templarios
buscaron y encontraron el Arca en las caballerizas del que en
otro
tiempo fuera
Templo de Salomón y donde se alojaron (actualmente la
mezquita de Al-Aqsa), siendo escoltada secretamente a Francia. El
Arca de la Alianza era un recipiente de
oro, rematado
con alas de querubines y en la que se custodiaba, entre otras
piezas relevantes, las Tablas de la
Ley con las que
Moisés había suscrito la alianza del pueblo
judío con Yahvé. En tiempos de Salomón el
Arca estaba depositada en el
santa santorum del Templo que
mandó construir. Maimónides, filósofo
árabe, citaba a propósito de ello la existencia de
una cavidad secreta bajo el Templo con el objeto de esconderla en
caso de destrucción -como así sucedió- y en
el que presumiblemente los templarios estuvieron excavando.
Con el Arca, indica el autor, debieron encontrar además
patrones y medidas propias de la
geometría
sagrada empleada en el Templo de Salomón y que
después utilizarían en la construcción de
las catedrales góticas. Atrevida suposición, pero
de alguna manera explicaría también la repentina
irrupción del
arte
gótico en la Europa de 1130, un enigma que la
investigación histórica siempre se ha
planteado.
Tan distinto del románico, que le precede, el estilo
gótico tiene un refinamiento y una complejidad que no
puede considerarse evolucionada del románico y, sin
embargo, aparece de repente, casi siempre en las abadías
cistercienses íntimamente ligadas a la fundación
del Temple.
Si el románico llega a su plenitud después de
múltiples mejoramientos a partir del estilo romano y
bizantino, el gótico, comparativamente mucho más
complejo, surge sin embargo, sin solución de continuidad,
de golpe, completo y total. Aparece después de la primera
cruzada y especialmente tras el retorno de los Caballeros
templarios con su secreto, de estimarse cierta dicha
suposición.
Un secreto que tendría que ver con la
utilización de una
geometría sagrada en la construcción
de templos y catedrales. Depositarios de una tradición
oculta, con sus capiteles y gárgolas, con sus
galerías, la altura de sus agujas y campanarios bien
pudieran desvelar conocimientos heredados del antiguo Templo de
Salomón o bien de Moisés, quien sin duda estaba
formado en las
técnicas
constructivas del antiguo Egipto. De allí
obtendrían, siguiendo con la hipó
tesis de
Charpentier, las relaciones geométricas que
emplearían poco después en la construcción
de las catedrales. De hecho, se van a encontrar en ellas multitud
de inscripciones relacionadas con los templarios. La catedral
gótica de Chartres por ejemplo, muy cerca de Paris…
o las más tardías Capilla de la Abadía de
Rosslyn, en Escocia, y la iglesia de Saint-Merry contienen
inscripciones sobre las sagradas reliquias además de las
relativas al Arca o a otras expresiones iniciáticas y
ritualísticas. En el pórtico de esta última,
construido por lo demás en el XIX, se encuentra una de las
representaciones más claras de lo que podemos conocer como
el Bafomet.
El hecho de que se hubiesen llevado secretamente a Francia
algún tipo de
documentos u
objetos, enlaza con un suceso extraño que aparece siglos
después, en 1885, en una
población del sur de Francia llamada
Rennes-le-Château. Michael Baigent, Richard Leigh y
Henry
Lincoln,
autores de
El Enigma Sagrado, sacan a la
luz una
tradición oculta que enlaza con las leyendas sobre el
Grial, el culto a Maria Magdalena, los Cátaros, la Orden
de Sión… así como otras que circularon
durante el medioevo -ahora, con presunción
histórica y profusamente documentadas- y de cuyo secreto
eran conocedores, según observan los autores, los
propiosTemplarios.
Parten de la suposición de que el Grial, la copa de la
última cena y en la que José de Arimatea recogiera
la
sangre del Cristo
crucificado, hubiera viajado junto a una pequeña
comunidad
cristiana hacia Europa, en
concreto,
hacia el Sur de Francia o al país de Gales, Inglaterra,
dependiendo de la tradición del lugar. En todo caso, lo
significativo de ello es que como cabeza de la incipiente
comunidad cristiana estaba María Magdalena, quien aparece
además como esposa de Jesús y embarazada de
él. Los merovingios, siguiendo la línea
interpretativa de los autores, reivindicaron este linaje, que
habría sido preservado a lo largo de la historia por la
Orden del Priorato de Sión. De hecho, hay quienes
consideran que la expresión Grial proviene de San Greal,
Sangre Real, lo cual entroncaría además con
la propia legitimidad al trono de Israel de Jesús de
Nazaret, pues descendía a su vez de rey David…
Hay quienes avanzan incluso que el culto a María,
profesado por los templarios -quienes solían dar a sus
catedrales el nombre de Nuestra Señora- estaba referido a
María Magdalena. El poco
conocimiento
riguroso que se tiene de la Orden ha dado pábulo y entrada
a un supuesto sincretismo pagano que con ellos se habría
instalado dentro de la tradición cristiana. Llegado este
punto, e independientemente de que tales extremos fueran o no
constatables, lo cierto es que sus Vírgenes Negras
podrían, por otra parte, enmascarar antiguos cultos de
otras tradiciones paganas. Guardan relación, según
esta heterodoxa línea de interpretación
histórica abierta, con el culto a la madre Tierra que
pervivía en la cuenca mediterránea antes del
cristianismo. Y aquí nos remontamos al Egipto
faraónico, dado que los antiguos egipcios identificaban el
color negro -el
que tenía el limo del Nilo cuando se desbordaba nutriendo
la cuenca- como una prueba inequívoca de la fertilidad de
la tierra.
Era un culto esencialmente femenino, basándose en el
hecho de que la Tierra, al igual que
la mujer, era
procreadora de vida. Una explicación que entronca con la
que Fulcanelli daba en
El Misterio de las Catedrales,
cuando nos indicaba que la
imagen de la
diosa Isis en basalto negro era venerada en las criptas de los
antiguos templos egipcios. De manera análoga, las
representaciones con su hijo Horus en el regazo pasarían a
formar parte de la iconografía cristiana, a lo largo y
ancho de la historia del
arte religioso de occidente, a través de las
prolíficas escenas de maternidad en las que la Virgen
aparece junto al niño.