Los cristianos de Europa occidental
realizaron expediciones militares, normalmente a petición del Papa,
que comenzaron en 1095 y cuyo objetivo era recuperar Jerusalén y otros
lugares de peregrinación en Palestina, en el territorio conocido por
los cristianos como Tierra Santa, que estaban bajo control de los
musulmanes.
Estas expediciones fueron llamadas
Cruzadas.
Los historiadores no se ponen de acuerdo
respecto a su finalización, y han propuesto fechas que van desde 1270
hasta incluso 1798, cuando Napoleón I conquistó Malta a los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén,
una orden militar establecida en esa isla durante las Cruzadas.
El vocablo cruzada (de 'cruz', el emblema
de los cruzados) se aplicó también, especialmente en el siglo XIII, a
las guerras contra los pueblos paganos, contra los herejes cristianos
y contra los enemigos políticos del Papado.
Otros invasores turcos también penetraron
profundamente en el igualmente cristiano Imperio bizantino y sometieron
a griegos, sirios y armenios cristianos a su soberanía.
Las Cruzadas fueron, en parte, una
reacción a todos estos sucesos. También fueron el resultado de la ambición
de unos papas que buscaron ampliar su poder político y religioso.
Los ejércitos cruzados fueron, en cierto
sentido, el brazo armado de la política papal.
Las explicaciones acerca de las Cruzadas
son variadas, pero los avances en la investigación sobre el tema indican
que los cruzados no pensaron encontrarse con los peligros de enfermedades,
las largas marchas terrestres y la posibilidad de morir en combate en
tierras lejanas.
Las familias que quedaron en Europa
tuvieron que combatir en muchas ocasiones durante largos periodos de tiempo
para mantener sus granjas y sus posesiones.
La idea de que los cruzados obtuvieron
grandes riquezas es cada vez más difícil de justificar; la Cruzada fue
un asunto extremadamente caro para un caballero que tuviera el propósito
de actuar en Oriente si se costeaba por sí mismo la expedición, ya que
probablemente le suponía un gasto equivalente a cuatro veces sus ingresos
anuales.
Su popularidad se cimentó en
la comprensión de la sociedad que apoyó este fenómeno.
Era una sociedad de creyentes, y muchos
cruzados estaban convencidos de que su participación en la lucha contra
los infieles les garantizaría su salvación espiritual.
También era una sociedad militarista,
en la que las esperanzas y las ambiciones estaban asociadas con hazañas
militares.
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